Romance de Duruelo 2021

Volveremos a Duruelo

 

Venid y escuchadlo todos,

el relato de los hechos

ocurridos en verano

en el pueblo de Duruelo,

donde nuestro Grupo Scout

celebró su campamento.

 

Año dos mil veintiuno,

pandemia en el mundo entero.

Terminó la cuarta ola,

muchas vacunas se han puesto…

después de pensarlo mucho,

nos animamos a hacerlo:

Cuando llegue el mes de julio…

¡este año sí hay campamento!

 

El nuestro es un Grupo grande,

pues somos más de quinientos,

pero este año, por la COVID,

“sólo” asisten cuatrocientos.

Eso sí, todas las “ramas”:

Siete a ocho años, los pequeños,

nuestros queridos “castores”;

les siguen los más risueños:

“lobatos”, de nueve a once;

doce a catorce, “troperos”;

quince a dieciséis, “escultas”

(también llamados “pioneros”);

Los mayores son los “rovers”:

de diecisiete: “claneros”

y la “Comunidad Rover”,

los llamados “comuneros”,

que son mayores de edad.

Los que dirigen el juego,

que son llamados “los jefes”

son lozanos veinteañeros,

también llamados “scouters”:

ellos llevan todo el peso.

Y luego, en labor de apoyo,

otros bastante más viejos,

“leñadores” de “Cabaña”.

Finalmente, por supuesto,

los responsables finales

la “Coordinación”, llamemos.

 

Comenzamos el día ocho

cargando un camión completo,

que salió junto a los LOES

rumbo directo a Duruelo.

¡Un tráiler de trece metros,

va de ilusiones repleto!

 

LOES trabajó duramente,

poniendo todo su empeño

para dejar ya montado

todo nuestro equipamiento.

Quince scouters generosos,

que ya están tocando el cielo.

 

Pronto llegó el día catorce

día de muchísimos nervios,

¡porque dependía de un test

poder ir al campamento!

 

Y nuestra alegría fue inmensa,

¡¡¡al dar positivos cero!!!

La estadística no encaja;

algunos fruncen el ceño…

¿que no haya ni un positivo

siendo más de cuatrocientos?

 

Y por fin llegó el día quince,

¡primer día de campamento!

Salimos en nueve buses,

tres sitios y tres momentos,

para separar los grupos;

para correr menos riesgos.

 

La comisión de transporte

resolvió el sudoku entero,

de cuadrar quince unidades

sus destinos y trayectos.

 

No todos fuimos a “campa”,

no fuimos allí directos:

Los únicos que llegaron

el primer día a campamento

fueron castores, Comuna,

la Cabaña y los claneros.

 

Mientras tanto, los lobatos,

tropas y escultas-pioneros

comenzaron su andadura

por la sierra de Duruelo,

comenzando así sus rutas

todos los grupos dispersos.

 

A pesar de ser tan pocos,

fue como cumplir un sueño

el volver a estar en “casa”,

que eso es nuestro campamento.

Daban ganas de llorar,

tras los dos años sin verlo:

¡ver montado el comedor,

las duchas, los fregaderos…!

 

Y montamos nuestras tiendas;

los castores tan atentos,

descubriendo su “parcela”,

y sus tiendas, y sus “vientos”…

Como es su primera vez,

¡todo es nuevo para ellos!

 

A los que estaban de raid

los echábamos de menos.

¡Qué comidas tan tranquilas,

sólo rovers y pequeños!

 

Las mesas del comedor

las montaron los claneros:

¡por fin tendremos amarres

hechos por grandes expertos!

Pues no es por desmerecer,

que otros años son troperos

quienes empalman las mesas

y los bancos de tableros.

 

Comuna: tiendas comunes.

Cabaña: temas diversos,

entre ellos montar el mástil:

con un dron la cuerda al vuelo…

(Si lo viera Baden Powell,

¡se quedaría perplejo!)

 

Y así acabó el primer día,

día feliz de campamento.

“Comida y cena de casa”;

fuimos a dormir contentos.

 

El virus se había quedado

a cuatrocientos mil metros.

Y éramos todos felices,

al fin libres de su enredo.

 

Mas llegó el segundo día,

y llegó el desasosiego.

Una noticia del Clan

nos saca de nuestro ensueño:

tenemos una malita,

“sospechosa”; ya veremos…

Sólo es un poco de fiebre,

no será nada, esperemos…

Una cónica la aloja,

otra a “contactos estrechos”.

 

Seguimos montando todo,

sin caer en el desaliento.

Llegó el primer Yacaré,

un lesionado tropero;

ya los castores conocen

a su amigo el fregadero,

y aparecen los piojos…

¡con acento madrileño!

 

Nuestro médico está serio:

tercer día de campamento.

Mira las cónicas blancas:

como dos cumbres nevadas

que encierran un gran misterio.

“Ha llegado ya el momento”.

Era el momento del test,

momento que se hizo eterno…

 

¡¡¡Y resultó positivo!!!

Todavía no me lo creo…

La clanera se lamenta,

muy grande es su desconsuelo,

bien oiréis lo que dirá,

sin caer en los improperios:

“Yo no he salido de juerga,

¿dónde he cogido yo esto?”

 

La clanera y sus contactos,

condenadas al encierro,

deben volver a Madrid,

sus padres ya van por ellos…

Al menos son sólo cuatro

al menos, es un consuelo.

 

Como tambores de guerra,

llegan noticias de lejos:

sonidos lejanos llegan

que anuncian nuevos destierros.

¡La Unidad Esculta Imohag,

queda condenada en pleno!

Confirmado un positivo,

¡todos contactos estrechos!

¡Oh, malhaya el virus cruel!

¡Dios nos libre de su asedio!

 

Buscando recomponernos,

positivos nos ponemos:

Festival sigue adelante,

aún quedan muchos claneros,

y los castores, felices,

tan contentos con sus juegos.

 

Ya nos vamos a dormir.

Contenemos el aliento,

pidamos que el cuarto día

salga mejor que el tercero.

 

Mas, llegado el cuarto día,

vuelve el virus pendenciero

al ataque, sin piedad,

con alevoso denuedo.

 

¡Felón, vil, indigno, falso!

Por Madrid vas en secreto,

en los tests das negativo,

¡y te muestras en Duruelo!

 

Otro nuevo positivo,

en Clan surge, ¡oh, desespero!

y el protocolo-rodillo,

hunde a otros cuatro claneros.

Tocado, pero no hundido,

del Clan sólo queda medio.

 

La Coordinación del Grupo,

actúa con nervios de acero,

en un comité de crisis

permanente, casi eterno.

 

Llegan nuevas malas nuevas,

esta vez de los troperos:

ahora un positivo en Fénix,

cuatro contactos estrechos;

cinco que van a Madrid:

tres scouters, dos troperos.

 

“Positivos como setas”,

sería un título certero,

porque muy poco después,

da positivo un pionero:

La Unidad Esculta Keltisch

da diez contactos estrechos.

 

Tocados, pero no hundidos,

Keltisch, Fénix, los claneros,

con el corazón en vilo,

la amenaza conocemos:

“otro positivo más,

y en Madrid la unidad veo”.

 

Disfrutar de cada día,

como un regalo del Cielo,

se nos hace algo tan claro,

tan nítido y verdadero,

que damos gracias a Dios,

por tener lo que tenemos.

Porque hoy estamos aquí,

y mañana ya veremos.

 

Mirando lo positivo,

ya inician los comuneros

su raid por estos pinares

llenos de rincones bellos:

subirán al Pico Urbión,

y verán nacer el Duero.

 

Y amaneció el quinto día,

quinto día que nos tememos,

ya escudriñan los augures,

las entrañas de los cuervos…

¡el diecinueve de julio

iba a ser otro día negro!

 

Por la mañana, un esculta,

en Madrid, contacto estrecho,

había dado positivo.

Los jefes, con buen criterio

deciden que todo Keltisch

debe irse a Madrid, ¡entero!

 

Y dos unidades más,

sufren el zarpazo fiero

de este virus despiadado:

son los primeros troperos,

la Tropa Scout Basiliscos,

y Kreen Akrore, pioneros.

Ambos tienen positivos,

¡todos son contacto estrecho!

¡Todos igual desventura,

todos sufren el destierro!

¡Todos los escultas fuera,

campamento sin pioneros!

 

Los castores parecían,

inmunes por ser pequeños:

“estos no salen de noche,

han estado poco expuestos”…

Y así vivían tan felices,

al virus seguían ajenos…

Pero llegó la desdicha,

un lunes de mal agüero:

una scouter, de repente:

confiesa a sus compañeros,

bien oiréis lo que dirá:

“¡La colonia ya no huelo!”

 

La jefa espera unas horas,

bajo el “pino de aislamiento”,

un pino donde otros, antes,

padecieron tal desvelo.

Los que pasan a su lado,

se acercan sólo a unos metros,

como si la custodiara un

invisible Can Cerbero.

 

Tras la espera, hisopo, test:

un positivo tenemos.

Se nos parte el corazón,

nos invade el desconsuelo:

¿A los castores también

tiene que pasarles esto?

Los scouters de castores

juegan con los más pequeños,

se revuelcan, comen juntos,

piscina, caretas, juegos…

el veredicto, inhumano:

“Todos son contacto estrecho.

Deben volver a Madrid,

ahora mismo avisaremos”.

 

Ese día los castorcillos

con dos jefas estuvieron,

y la Cabaña ayudó,

a hacer que fuera un día bueno:

celebrar la Eucaristía,

ir a la poza del Duero,

y pasar un puente mono

de dos cuerdas… ¡súper tenso!

 

Al final, a los castores,

les ha durado un día menos:

en vez de siete, seis días;

han perdido poco tiempo.

 

Han disfrutado también,

la comida en campamento:

comida que es deliciosa,

preparada con esmero.

Aún mejor que la de casa,

pues la de casa la hacemos

en general, por lo menos,

con más prisa y menos tiempo.

Hemos comido hamburguesas,

verdura en crema con queso,

gazpacho, espagueti, helado…

¡se merecen un gran beso

nuestro equipo de intendencia

y de grandes cocineros!

 

Y así llegó el sexto día,

¿será por fin un día bueno?

¡Pues sí, pardiez, voto a bríos!

¡a fe que fue bueno el sexto!

(Suele ser el más difícil,

bastante curioso es esto,

¡cuando en lugar de los días

hablamos de mandamientos!)

 

Lo primero, los castores,

se marcharon bien contentos

a Madrid en autobús;

cantando se despidieron.

Y piensan participar

del fuego de campamento

conectándose por Zoom,

y un vídeo será su fuego.

 

Tres manadas de lobatos

cumplieron sus raids completos

pasaron todos los tests,

y entraron en campamento.

Entraron una por una:

Segowlee y Chikay primero,

dieron todos negativos,

y les dijeron “¡pa dentro!”.

Entraron súper felices,

y es que daba gusto verlos,

subir hacia sus parcelas,

viendo, al fin, el campamento.

 

Dewanee estaba en el test,

cuando empezó un aguacero.

¡La lluvia en el comedor

cuánto echábamos de menos!

¡El repiqueteo del agua,

de los truenos el estruendo!

Al refugio de sus lonas

lobatos llegan corriendo,

y así fue como, milagro,

se produjo el “mix” perfecto:

Segowlee y Chikay mirando,

Dewanee contando el tiempo:

no habían salido dos rayas

en ningún test, de momento…

Hay que esperar diez minutos,

son diez minutos eternos.

Siguen sin salir dos rayas,

y sigue pasando el tiempo,

y cuando queda un minuto,

¡una cuenta atrás, contemos!

Sesenta, cincuenta y nueve,

cincuenta y ocho, qué lento…

todo el comedor contando

se les oye desde lejos…

diez, nueve, ocho, siete, seis…

… por fin llegamos al… ¡¡¡cero!!!

Como no hay segunda raya,

¡Dewanee limpios, perfecto!

La alegría estalla en el campa,

¡gracias a Dios, qué momento!

 

Pero tres manadas juntas,

todos bajo el mismo techo,

no pueden aguantar mucho,

sin que comiencen los duelos:

Comienzan los de Segowlee,

que son los que están más frescos:

cantan que son los mejores;

y algunos miran perplejos

(y una Chikay despistada,

¡les aplaude sin complejos!).

Ya los de Chikay responden,

con cantos y gran jaleo,

que no son los de Segowlee,

¡que los mejores son ellos!

 

Griterío ensordecedor,

como en los mejores tiempos.

En Cabaña, algunos ojos,

húmedos de tan contentos…

¡Ese griterío es la vida,

que ya vuelve por sus fueros!

 

Ethawa es la otra manada

que lo viven como “externos”:

no pueden entrar aún,

pero lo oyen desde lejos.

No había suficientes tests,

“mañana llegan refuerzos”,

mientras tanto hay que esperar,

para entrar en campamento.

 

Ya termina el chaparrón,

que por cierto era el primero

ya se van las tres manadas,

a sus parcelas subiendo.

 

¡Qué día lleno de alegría!

¡Qué día de esperanza pleno!

Nadie ha dado positivo,

¡buenas noches, campamento!

 

Y llegó el séptimo día,

día del fin de nuestro sueño.

 

El día había empezado bien

con Ethawa: ¡todos buenos!

 

Pero llegaron dos Tropas,

Centauros y Fénix fueron,

y al hacer todos los tests,

mil positivos surgieron:

seis positivos en Fénix,

siete en Centauros salieron.

Demasiada depresión:

Basiliscos ya se fueron,

y ahora van dos tropas más;

Wargos aún no lo sabemos.

 

Wargos llegó por la tarde,

pero ya era lo de menos:

el gabinete de crisis

se reunió por largo tiempo.

La decisión más difícil:

terminar ya el campamento.

“Hemos llegado hasta aquí”,

dice Guillermo muy serio.

¡Qué decisión tan difícil,

dar fin a tan gran proyecto!

¡Nunca antes había ocurrido,

algo así, desde el comienzo

del Grupo dos ocho cuatro,

Señora Reina del Cielo!

¡En más de cuarenta años,

nunca había pasado esto!

 

Pero era lo más prudente,

y así todos lo entendieron.

¡Mil gracias a las familias,

que también lo comprendieron!

Pues tuvieron que venir

a buscar a sus troperos

muchos por segunda vez,

¡menos mal que no era lejos!

(Moraleja: si hay pandemia,

no hay que ir a los Pirineos).

 

Se mandó el comunicado

sobre el fin del campamento

a las cinco de la tarde.

Y los padres bien corrieron:

¡a casi todos los niños

el mismo día recogieron!

 

Entre tanto, los de Wargos,

los cuartos de los troperos,

habían llegado del raid,

la unidad pasó al completo,

los tests de hisopo y nariz:

¡negativos todos fueron!

Fue la única tropa limpia,

de entre todos los troperos.

Aunque demasiado tarde,

todo un soplo de aire fresco.

 

Pero quedaba un problema:

¿quién desmonta el campamento?

Lleva varios días montarlo.

Cuando somos cuatrocientos,

lo hacemos en una tarde,

pero quedábamos pocos,

a saber: ocho claneros,

seis quedan de la Comuna,

(hubo cuatro que se fueron),

y scouters y leñadores

que negativos salieron.

En total, unos cincuenta,

¡suficientes para hacerlo!

Eso sí, con mucha calma,

que está pagado el terreno

y el camionero no sabe

cuándo vendrá a recogernos.

 

Ya de noche, preocupado,

escribe nuestro galeno,

un mensaje a las familias:

pues para cada sujeto,

según tres categorías,

hay que aplicar con acierto,

el protocolo adecuado,

según el caso concreto.

 

Y acabó el séptimo día,

último del campamento

para muchos de los miembros

de nuestro Grupo dilecto.

 

El octavo día empezó,

con un lujo como almuerzo:

un desayuno a la carta

para los treinta chicuelos

que mientras llegan sus padres

aún están en campamento.

 

Mientras tanto, ya afanosos,

la tarea acometemos,

ya desmontando bidones,

de cocina el fregadero,

(¡ya lloran los de Cabaña,

que lo echan mucho de menos!),

lavamanos de letrinas,

medio comedor entero,

y repintando las mesas,

¡y lijándolas primero!

 

Ya llegan buenas noticias,

de la fecha de regreso:

el camión saldrá el domingo,

¡se ha portado el camionero!

 

La Coordinación del Grupo

manda un mensaje sincero:

“Gracias a todos los padres

que nos están transmitiendo

tantas muestras de cariño.

Así sabemos hacerlo:

¡Para Servir, Siempre Listos!

Buenas noches, en Duruelo”.

 

Y seguimos desmontando,

al llegar el día noveno,

con mucha tranquilidad,

haciendo un trabajo bueno,

mucho mejor que otros años

que desmontamos corriendo.

 

A pesar del final brusco,

estamos todos contentos

de ser tan privilegiados,

de estirar estos momentos…

La paz en nuestro pinar,

noches bajo el firmamento…

¡y el pescado congelado

que hay que acabárselo a tiempo!

 

Pero el buen ambiente engaña,

porque tiene mucho riesgo:

Japo nos engatusó

con un juego traicionero:

era la “ruleta rusa”,

en la versión “fregadero”.

Se rifa entre los presentes,

unos cincuenta, no menos,

y si eres afortunado,

¡friegas comedor entero!

¡perolos, bandejas… todo…

les tocaba a los claneros!

 

A descargar el camión,

voluntarios pediremos,

con un Doodle con su link

puesto en Twitter, por supuesto…

(¡no nos privamos de nada

somos de lo más moderno!  😉 )

 

Pero lo mejor del día

no fue el juego traicionero,

ni desmontar pabellones,

ni embalar con mucho esmero:

lo mejor, tras breve Kraal,

¡¡”noche mágica” tenemos!!

Pues sacaron sus guitarras,

nuestros grandes Nacho y Fero,

y cantamos y reímos,

Hermes Herodes extremo,

y fue la más pura noche,

de fuego de campamento.

(Sin hacer fuego, obviamente,

que es un peligro tremendo

y prender fuego al pinar

sería un suceso funesto…).

Noche para recordar,

noche bajo el firmamento,

que no la puede pagar

del mundo todo el dinero.

 

Y llegó el décimo día,

tras esa noche de ensueño.

Llegó el camión puntual,

que cargamos con esfuerzo,

y a las ocho de la tarde

ya andábamos algo espesos…

 

Paramos a descansar

y a celebrar, con respeto

la víspera de Santiago,

patrón de España y modelo.

El veinticinco de julio

en todos los campamentos

se lee la misma lectura,

que es de los scouts ejemplo:

“que sea vuestro servidor,

el que quiera ser primero.

No ha venido a que le sirvan,

el Hijo del Dios del Cielo,

sino para dar su vida

y salvar al mundo entero”.

Por eso, cualquier scout,

en el servicio sereno

expresa su amor a todos,

y es como se siente lleno.

Sin esperar recompensa,

ningún reconocimiento,

pues la alegría de servir,

es la que nace de dentro.

A los futuros scouters

el consiliario y maestro

les pide un gran corazón,

para amar a sus troperos,

o a sus lobatos, castores,

y que les sirvan con celo.

 

Y llegó la última cena,

última del campamento,

que suele ser celebrada

con un festín estupendo.

Esta vez fue un bocadillo

de atún de lo más modesto,

pero con aperitivos,

e iluminación de cuento:

de los de Astérix y Obélix

celebrando sus trofeos.

Luz en el medio del bosque;

los árboles, como espectros,

proyectan sus sombras negras

que se arrastran por el suelo.

 

A la mañana siguiente,

madrugón, ¡último esfuerzo!,

y terminar de cargar,

¡que salga el camión a tiempo!

Fue un gran trabajo en equipo

y salió todo perfecto.

También el contenedor,

quedó cargado y dispuesto.

Y a la descarga en Madrid,

acudió todo un elenco

de antiguos scouts y padres,

fue muy bien, ¡camión resuelto!

 

Ya abandonan el pinar,

“los últimos de Duruelo”,

que por el deber cumplido

se sienten muy satisfechos:

campamento desmontado,

¡salimos bien del aprieto!

Ha quedado todo bien,

¡podemos estar contentos!

 

Aunque queda la tristeza

de que no haya sido entero,

al menos ha sido medio,

“sólo” medio campamento.

Pero brota una palabra,

de nuestros labios resecos,

tras ver todo lo vivido,

y esa es: “agradecimiento”.

Con lágrimas en los ojos,

con una mirada al Cielo;

fueron los mejores días,

en el último año y medio.

Y es un regalo tan grande,

y es un recuerdo tan bello,

que siempre será especial

y nunca lo olvidaremos.

 

Volveremos a juntarnos,

a vivir el campamento,

a un pinar maravilloso:

¡volveremos a Duruelo!